El kiosco de venta de caramelos y bombones se emplaza en una calle abierta en un conocido centro comercial de Madrid. Se diseña para no solamente activar la calle como haría cualquier kiosco, sino para poder ser trasladado a otras futuras localizaciones y poder adaptarse a cualquier contexto en el que se instale. Un requisito fundamental fue proyectar una imagen tradicional de sus productos artesanales , que venden ya desde 1852.
Se eligió la forma octogonal para permitir ser muy flexible en su configuración y muy fácil de acercarse a admirar y comprar sus míticos productos. La estética del kiosco se toma de una combinación de los antiguos kioscos del S XIX de Madrid, pero sobre todo de la fachada de la tienda principal de la Pajarita, la bombonería más antigua de Madrid. Esa historia y su estética corporativa se ven reflejados en el kiosco, que hará de punto focal allá donde se instale y se quiera disfrutar de sus famosos productos, tan tradicionales de Madrid.